Aguacate: Presente en todas las tostadas y ensaladas este verano, su alternativa son las espinacas. Contienen fibra y vitamina C, si bien el aguacate, además, lleva en sus grasas ácidos omega 3.
Kale: Vitamina C y fibra son sus principales virtudes, las mismas que las del brócoli. También el tomate cuenta con estas propiedades; además, es bajo en grasas saturadas y posee capacidades antioxidantes gracias al licopeno, una sustancia bioactiva que le da su color rojo. Por cierto, si buscas fibra y antioxidantes, el chocolate negro es otro de tus aliados.
Semillas de chía: Sus ácidos grasos omega 3 son muy beneficiosos para la salud, pero sardinas o salmón ofrecen más posibilidades para ser cocinados, ¿verdad? Si lo haces con aceite de oliva, el resultado se multiplica... y es mucho más sabroso. Asimismo, puedes reemplazar la chía por semillas de sésamo: también cuentan con fibra (aunque en menor proporción) y aumentan los niveles sanguíneos de antioxidantes, reducen el colesterol malo y regulan el ritmo cardíaco, la presión arterial y el azúcar en la sangre.
Bayas de goji: La frambuesa y el kiwi contienen igualmente vitaminas C y E, potasio y magnesio. Otra posibilidad son los arándanos, que proporcionan un nivel de inmunidad similar al organismo y previenen las infecciones del tracto urinario, los resfriados y la gripe.
Quinoa: Sustitúyela por lentejas, garbanzos o nueces: todos estos productos están libres de gluten y te aportan zinc, hierro y grasas “buenas”. Además, las legumbres tienen un equilibrio óptimo entre carbohidratos ricos en fibra y proteínas de origen vegetal: ayudarán a mantener sano tu sistema digestivo. Sus aminoácidos son esenciales para la reparación de tejidos.
En cualquier caso, ten en cuenta que ningún superalimento, por sí solo, te dará todos los nutrientes que necesitas: has de llevar una dieta sana y equilibrada... y la mediterránea, como estarás imaginando, es ideal.